El reino de las sombras: Capítulo 5
Una tormenta nocturna se alzó; llovía como nunca. La unión de los guerreros de Aragoria se preparaba para luchar. Los demonios venían con sonrisas en sus rostros. Entre ellos se distinguían dos figuras que no eran demoníacas: Hugo y Ariadna. Ambos parecían liderar el ejército. Tan pronto como cayó el primer rayo de la tormenta, una nube negra envolvió el fortín del demonio y también el reino de Aragoria. Luego, todos, tanto demonios como guerreros de Aragoria, fueron envueltos en la nube negra. Finalmente, esta desapareció.
Cuando la nube se disipó, los guerreros, para su sorpresa, ya no se encontraban donde antes. Ante ellos había un gran puente, tan largo que se dificultaba ver lo que había al fondo. Sin embargo, se podía distinguir que al final del puente estaba el fortín del demonio, y detrás de los guerreros de Aragoria estaba su reino.
El Rey Esqueleto, Merk y Voltrex se colocaron delante del ejército para liderarlo. Debajo del puente había un lago de lava que parecía no tener fin. Los demonios empezaron a acercarse. El puente se dividió en tres caminos, cada uno repleto de demonios. Voltrex, junto con una parte del ejército, fue por la derecha; el Rey Esqueleto, con otra parte, tomó el camino de la izquierda; y la parte restante avanzó por el centro con Merk. Aunque lo intentaran, no podían comunicarse entre los extremos del puente, por lo que no podían pedir ayuda.
1.1 Voltrex (camino derecho)
Voltrex, junto con su grupo de guerreros, corrió hacia los demonios. Estos sonrieron y se apartaron para dar paso a un demonio desencadenado, del tamaño de un dragón adulto. Estaba claro que había consumido una de las pócimas de Hugo. Cuando el demonio desencadenado iba a atacar a Voltrex, comenzó a sangrar: Mandabala lo había apuñalado con su hoz. Sin embargo, el demonio no cedió e intentó matar a Mandabala, golpeándolo con una cadena que lo dejó en el suelo, herido.
—¡Voltrex, cúbrete! —ordenó Mandabala.
Voltrex ignoró la advertencia y se preparó para luchar contra el demonio gigante, pero de pronto sintió un gran golpe en la nuca. Cayó al suelo; su visión se volvió borrosa por el impacto, empezó a marearse y, sin poder levantarse, se desmayó.
—Voltrex, acércate —dijo una voz totalmente desconocida.
Voltrex miró a su alrededor. Todo era negro, excepto por una mesa y una silla iluminadas.
—¿Estoy muerto? —preguntó Voltrex, alterado.
—No, amigo, no. Al menos de momento. Tan solo estás inconsciente, te dieron un buen golpe.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque te estaba vigilando...
—¿Y quién eres?
—Eso ya lo verás. Bueno, siempre y cuando sobrevivas.
—¿Y cómo vuelvo?
—Puedo devolverte la conciencia.
—¿Y a qué esperas?
—A que te den por muerto.
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
—Porque necesito que aguantes vivo todo lo que puedas.
—¿Para qué?
—Solo aguanta. La ayuda está en camino.
Detrás de Voltrex se abrió un portal blanco que lo empezó a succionar. Voltrex no se resistió y, cuando el portal lo tragó, se despertó.
—¿Dónde estoy? —se preguntó a sí mismo.
Voltrex miró al campo de batalla y vio a los guerreros de Aragoria luchando contra los demonios. De repente, todos comenzaron a experimentar un fuerte pitido en los oídos, tan agudo que causaba dolor. Todos, tanto demonios como guerreros, se retorcían de sufrimiento.
—¡Para ya! —gritó Voltrex, agonizando.
El dolor cesó, el pitido se detuvo y la visión se recuperó. Voltrex miró a su alrededor y vio que los guerreros de Aragoria estaban bien, pero los demonios seguían retorciéndose. Entonces notó una nube azul de la que no se había percatado antes. De esta nube comenzó a distinguirse una figura.
—Veo que recuperaste la conciencia —dijo la figura.
De la nube salió un caballero fantasma. Voltrex no lo podía creer: aquel guerrero que pensaba que era parte de su imaginación era real.
El caballero fantasma tenía un fuego rojo en la rejilla de su casco, que pronto se apagó para dar paso a un fuego azul. Este fuego dejó de causar molestias a los demonios. Detrás del caballero fantasma aparecieron más nubes azules, y de ellas salieron más caballeros fantasmas que rápidamente acabaron con los demonios.
El caballero fantasma se acercó a Voltrex, le extendió la mano y dijo:
—Te dije que la ayuda estaba en camino.
—¿Y qué pasa con el resto de los caminos del puente?
—Tranquilo por eso. De eso ya nos ocupamos nosotros...
—¿Y vosotros sois parte de...?
—Del Reino Espectral.
1.2 El Rey Esqueleto (camino izquierdo)
El Rey Esqueleto lideraba a su grupo por el camino izquierdo. Al principio, los demonios parecían dispuestos a luchar, pero algo extraño ocurrió. Uno a uno, comenzaron a retroceder, como si algo los intimidara. De pronto, el Rey Esqueleto sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal —o lo que quedaba de ella. Una presencia oscura se hacía notar, pero no era un demonio cualquiera.
—¿Qué es esto? —murmuró, apretando con fuerza su espada.
De la oscuridad surgió un hombre encapuchado, con ojos que brillaban como fuego verde. Portaba una guadaña negra, cuyo filo parecía devorar la luz a su alrededor.
—Vaya, vaya... si no es el famoso Rey Esqueleto —dijo el hombre con una voz grave y profunda, que resonaba como un eco.
—¿Quién eres? —preguntó el Rey Esqueleto, manteniendo la compostura.
—Soy el Segador de Almas. Este puente es mi dominio. ¿De verdad creíste que podrías cruzarlo sin enfrentarme?
Los guerreros que acompañaban al Rey Esqueleto comenzaron a retroceder, aterrados por la presencia del Segador. Sin embargo, el Rey avanzó con valentía, manteniendo la mirada fija en su adversario.
—No me importa quién seas. Aragoria necesita avanzar, y tú no nos detendrás.
El Segador soltó una carcajada, levantó su guadaña y la dejó caer contra el suelo. Un crujido ensordecedor se extendió por el puente, y una grieta se formó bajo los pies del Rey Esqueleto. De la grieta emergieron sombras que tomaron forma de figuras humanoides, todas armadas y listas para atacar.
—Si quieres pasar, tendrás que enfrentarte a mis guardianes —declaró el Segador.
El Rey Esqueleto dio un paso atrás, observando a sus guerreros. Muchos de ellos temblaban de miedo, pero otros levantaron sus armas, listos para luchar.
—¡No retrocedan! ¡Aragoria depende de nosotros! —gritó el Rey Esqueleto, levantando su espada.
Los guerreros avanzaron junto a su líder, enfrentándose a las sombras. Cada golpe de sus espadas parecía disipar a los guardianes, pero por cada uno que caía, dos más emergían de la grieta.
El Rey Esqueleto fijó su atención en el Segador. Sabía que no podrían vencer a las sombras mientras él estuviera presente. Con determinación, corrió hacia su enemigo, esquivando los ataques de los guardianes.
—¡Es entre tú y yo! —gritó, lanzando un corte directo hacia el Segador.
El filo de la espada de chocó contra la guadaña negra. El impacto resonó en todo el puente, y ambos quedaron inmóviles, midiendo sus fuerzas. El Segador sonrió, mostrando unos dientes afilados.
—Eres valiente, Rey Esqueleto. Pero eso no será suficiente para derrotarme.
El Segador levantó su guadaña, dispuesto a dar el golpe final. Sin embargo, en el último segundo, una luz azul brillante apareció detrás del Rey Esqueleto. De esa luz emergió un caballero espectral, quien bloqueó el ataque con su escudo.
—¿Quién... quién eres tú? —preguntó el Segador, visiblemente sorprendido.
—Somos los protectores del Reino Espectral. No permitiremos que interfieras en el destino de Aragoria.
El Rey Esqueleto aprovechó la distracción para lanzar un ataque directo al Segador. Su espada atravesó la túnica negra, y el Segador soltó un alarido antes de desvanecerse en una nube de humo. Las sombras desaparecieron junto con él, y el camino quedó despejado.
El caballero espectral se volvió hacia el Rey Esqueleto.
—El peligro aún no ha terminado. Debemos avanzar.
El Rey Esqueleto asintió y, junto a sus guerreros, continuó su marcha por el puente.
1.3 Merk (camino central)
Merk lideraba al grupo central con confianza. A diferencia de los otros caminos, este no parecía tan peligroso al principio. Sin embargo, los guerreros no bajaron la guardia. Sabían que la calma no duraría mucho.
De repente, una nube negra cubrió el centro del puente. Cuando la oscuridad se disipó, dos figuras familiares emergieron de ella: Hugo y Ariadna, con expresiones de determinación en sus rostros. Los guerreros de Aragoria se detuvieron en seco, sintiendo el peso de la presencia de sus enemigos.
—Vaya, vaya, si no es el gran Merk —dijo Hugo con una sonrisa sarcástica—. Debo admitir que llegar hasta aquí tiene mérito. Pero, por desgracia, este será tu fin.
—Hugo... Ariadna... —respondió Merk, entrecerrando los ojos—. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar? ¿No ven el daño que están causando?
—El daño no importa si logramos nuestro objetivo —interrumpió Ariadna sonriendo—. Aragoria caerá, y no habrá nadie que pueda evitarlo.
Merk dio un paso al frente, levantando su espada. Sus guerreros se alinearon detrás de él, listos para luchar.
—Tal vez puedan destruir reinos, pero nunca podrán quebrantar nuestra voluntad. ¡Prepárense para enfrentar la justicia de Aragoria!
La batalla estalló en el centro del puente. Los guerreros de Aragoria luchaban valientemente contra Hugo, mientras Merk se enfrentaba a Ariadna. Sin embargo, la ventaja no estaba de su lado. Hugo parecía imparable, y los hechizos de Ariadna eran devastadores.
De pronto, un fuerte temblor sacudió el puente. Desde el cielo cayó un rayo de luz azul, iluminando todo el campo de batalla. Cuando la luz se disipó, varias figuras espectrales emergieron. Entre ellas, caballeros y espectros con armaduras negras y brillantes, portando armas que irradiaban energía azul.
—¡Los refuerzos han llegado! —gritó uno de los guerreros de Aragoria.
Uno de los espectros más altos, con una imponente lanza en la mano, se acercó a Merk.
—Somos del Reino Espectral. Hemos venido a ayudarte a equilibrar la balanza —dijo con voz firme, antes de cargar contra Hugo.
Hugo intentó defenderse, pero los ataques espectrales eran diferentes. Cada golpe parecía drenar su energía. Ariadna, al ver que la situación se complicaba, creó una barrera de energía oscura alrededor de ella y Hugo.
—¡Esto no ha terminado! —exclamó Ariadna, mientras los dos desaparecían en una nube negra.
Con la retirada de Hugo y Ariadna, los guerreros de Aragoria respiraron aliviados. Merk se acercó al espectro líder, quien observaba el horizonte con seriedad.
—Gracias por tu ayuda. Sin ustedes, no lo habríamos logrado —dijo Merk, extendiendo la mano.
El espectro la estrechó brevemente y respondió:
—Esto no es un favor. Es una alianza. Nuestros enemigos son los mismos, pero la verdadera batalla aún está por venir. Prepara a tus hombres. Nos dirigimos al próximo enfrentamiento.
Antes de que Merk pudiera responder, otro temblor sacudió el puente. Las tres secciones comenzaron a unirse, reuniendo a los ejércitos de Aragoria y del Reino Espectral en un solo lugar. Al mirar hacia el horizonte, Merk pudo ver que una figura gigante emergía del Fortín del Demonio.
Era Aitor, envuelto en una aura oscura, con ojos que brillaban como llamas rojas. En su mano portaba una espada gigantesca, y su presencia hacía temblar incluso a los más valientes.
—La batalla final ha comenzado —susurró Merk, mientras levantaba su espada con determinación.
La Confrontación Final
El puente ya no era un lugar seguro. A medida que las tres secciones se unían, los guerreros de Aragoria y las fuerzas espectrales se preparaban para enfrentar el desafío más grande hasta ahora. La figura de Aitor, imponente y aterradora, avanzaba desde el Fortín del Demonio. Su espada irradiaba un poder oscuro, y con cada paso, el puente parecía tambalearse.
—¡Mantengan la formación! —gritó Voltrex, quien, con su espada lista, se colocó junto a Merk y el Rey Esqueleto.
Espectro, todavía resonando con el poder de la furia, caminó al frente de la línea. Su mirada se cruzó con la de Aitor.
—Siempre fuiste un desafío, Aitor —dijo Espectro con voz grave—. Pero esta vez será diferente.
Aitor sonrió burlonamente.
—¿Diferente? Eres tú quien debería preocuparse. Ahora tengo el poder de mil almas, y tu pequeña alianza no será suficiente para detenerme.
Con un rugido atronador, Aitor alzó su espada y la dejó caer contra el puente, creando una onda de energía que se extendió como una explosión. Los guerreros y espectros se dispersaron, tratando de mantener el equilibrio mientras el puente crujía bajo sus pies.
El Combate Entre Gigantes
Espectro creció hasta igualar el tamaño de Aitor, y los dos chocaron con una fuerza devastadora. Las espadas colisionaron, generando destellos de luz azul y roja que iluminaban todo el campo de batalla. Cada movimiento de Aitor era brutal, cargado con la ira acumulada de siglos. Espectro, aunque poderoso, luchaba por igualar la fuerza de su oponente.
Mientras tanto, los caballeros fantasmas y las wraiths se enfrentaban a los demonios restantes, protegiendo a los guerreros de Aragoria. Merk y Voltrex lideraban a los suyos con valentía, eliminando a los demonios desencadenados que intentaban abrirse paso hacia ellos.
—¡No podemos seguir así mucho tiempo! —exclamó Merk, derribando a un demonio con su espada.
—¡Debemos darle tiempo a Espectro! —respondió Voltrex mientras bloqueaba un golpe con su escudo.
La Intervención del Reino Espectral
Desde el cielo, más nubes azules comenzaron a formarse. De ellas emergieron nuevos refuerzos del Reino Espectral: un ejército de arqueros fantasmas y magos espectrales. Con precisión letal, los arqueros disparaban flechas imbuidas de energía azul, derribando a los demonios desde la distancia. Los magos, por su parte, conjuraban tormentas de energía que arrasaban con las filas enemigas.
Una figura destacaba entre los nuevos refuerzos: un caballero espectral conocido como Zorak. Portaba un bastón con un núcleo brillante que parecía contener un pequeño universo. Zorak se dirigió directamente hacia Merk.
—He venido por orden de nuestro líder —dijo, con voz resonante—. Tengo un plan para acabar con Aitor, pero necesitaré que lo distraigan el tiempo suficiente.
—¿Qué necesitas de nosotros? —preguntó Merk, sin dudarlo.
—Llevaré el núcleo del puente a su límite. Es peligroso, pero si conseguimos desestabilizarlo, la energía acumulada podría derrotar a Aitor. Sin embargo, todos debemos estar fuera antes de que ocurra.
Merk asintió y dio la orden a los guerreros: "Resistan, pero prepárense para evacuar."
El Sacrificio de Espectro
Mientras tanto, la batalla entre Espectro y Aitor alcanzaba su clímax. Espectro, ya agotado, recibió un golpe devastador que lo hizo caer al suelo. Aitor se acercó lentamente, alzando su espada para dar el golpe final.
—Siempre supiste que no podías derrotarme, Espectro. Tu lugar siempre fue a mi sombra.
Espectro, jadeando, levantó la mirada. Sus ojos, ahora brillando con un intenso azul, mostraban determinación.
—Puede que no pueda vencerte... pero puedo detenerte.
Con un último esfuerzo, Espectro alzó su espada y la clavó en el suelo, canalizando toda su energía en una explosión masiva que envolvió a Aitor. El impacto sacudió todo el puente, y Aitor, aunque gravemente herido, logró mantenerse en pie.
La Caída de Aitor
En ese momento, Zorak terminó su conjuro. Desde el núcleo del puente, una luz cegadora comenzó a brillar, indicando que el colapso era inminente.
—¡Todos evacúen ahora! —gritó Merk.
Los guerreros y espectros comenzaron a retroceder mientras las nubes azules se llevaban a los heridos. Voltrex, Merk y el Rey Esqueleto fueron los últimos en retirarse, asegurándose de que nadie quedara atrás.
Aitor, furioso, intentó alcanzar a Espectro, pero este último lo detuvo agarrándolo con una cadena espectral.
—Si yo caigo, tú caes conmigo —dijo Espectro con una sonrisa desafiante.
Con un rugido final, el puente colapsó. Ambos gigantes desaparecieron en la explosión, y el río de lava se tragó todo lo que quedaba del campo de batalla.
La Nueva Esperanza
Los sobrevivientes aparecieron en las ruinas de Aragoria, transportados por las nubes azules. Aunque habían perdido mucho, sabían que la amenaza de Aitor había sido eliminada, al menos por ahora.
Merk, Voltrex y el Rey Esqueleto se reunieron con los líderes del Reino Espectral. Zorak habló primero:
—Esta no es una victoria definitiva. Hugo y Ariadna aún están ahí fuera. Pero hoy hemos dado un paso importante.
Merk asintió, mirando al horizonte.
—Espectro se sacrificó para salvarnos. No podemos permitir que su esfuerzo sea en vano. Aragoria se levantará de nuevo.
Mientras los primeros rayos del sol atravesaban las nubes, los guerreros y espectros comenzaron a trabajar juntos, reconstruyendo lo que quedaba. La guerra aún no había terminado, pero la alianza entre Aragoria y el Reino Espectral había encendido una nueva esperanza.
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