Poemas que temo mostrar 1
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la bala había penetrado. La herida era profunda, y el aire frío le quemaba los pulmones con cada aliento entrecortado. El infierno de la batalla se había silenciado, dejando solo un eco sordo y el peso ineludible de la derrota personal.
No era la muerte lo que lo perturbaba. No permitiría que el miedo, ese enemigo silencioso, ganara la última batalla.
Con un esfuerzo supremo, sacó de su chaqueta la libreta de cuero gastado. Necesitaba dejar algo, no solo un adiós a su querida, sino una declaración de su espíritu indomable. La guerra, con sus balas y explosiones, nunca había sido su mayor terror. El verdadero abismo era ceder al pánico en este momento final.
Abrió la libreta, sosteniendo el lápiz que horas atrás usó para escribir su firma en una hoja que ni leyó. Sus dedos estaban entumecidos, pero su mente estaba clara. La primera línea no sería un lamento, sino un desafío. Sería la verdad definitiva que quería dejar grabada en el papel, una verdad dedicada a su amada, para que ella supiera que él se fue en paz y con honor.
Con esa idea fija en la mente, empezó a escribir lo que sería su último manifiesto, declarando que el verdadero temor no habitaba en el campo de batalla, sino en el corazón que se rinde.


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