El educador: Capítulo 4
Capítulo 4 Aitor dormía como si el colchón lo hubiese tragado. Su respiración lenta, pesadísima, pero la quietud duró poco. El sueño lo atrapó sin aviso. Estaba en el instituto, pasillos largos, luz blanca parpadeando como siempre. Pero algo no encajaba. Las paredes parecían tensas, como si respiraran. Y entonces el suelo tembló. El primer crujido sonó debajo de sus pies. El segundo ya abrió una grieta que atravesó el pasillo entero. Aitor intentó moverse, pero sus piernas reaccionaban como si fueran de plomo. El suelo cedió. Se desplomó de golpe, directo a un cráter enorme, sin fondo. Mientras caía, la luz del instituto se deshacía en pedazos sobre él. Escuchó gritos lejanos, voces conocidas, compañeros… o algo que los imitaba. Y mezclado entre esos gritos, se coló una risa. Esa risa no pertenecía a ningún alumno. No era humana. No era natural. Una voz vieja, oxidada, vibró en lo profundo del abismo, hablándole casi dentro del pecho: «Quédate conmigo, chico.» Ese tono…...

