longevo cual tortuga, fiel cual pingüino.
longevo cual tortuga, fiel cual pingüino. Aitor ajustó el peso de la mochila en su espalda, sintiendo el familiar crujido de las hojas secas bajo sus botas. La pradera se extendía ante él como un lienzo verde y dorado. Llevaba meses en la carretera, y el silencio era, por fin, un compañero agradable. En su mente, se repetían los rostros de los que lo habían engañado y abandonado en viajes anteriores. Cada recuerdo era un clavo más en el ataúd de su fe en la compañía. "Nunca más," se prometió por millonésima vez. Su camino sería en solitario, su equipaje ligero, y su corazón, por precaución, bien cerrado. La soledad era la única garantía de paz . Un trueno lejano interrumpió su monólogo interno. El horizonte se había teñido de un gris plomo y una masa oscura de nubes avanzaba con alarma. Al intentar montar su campamento, un suspiro de frustración escapó de sus labios: la lona que utilizaba como toldo estaba inservible, con un enorme desgarro. Un escalofrío recorrió la prade...


