El educador: Prólogo
prólogo En un garaje a medio construir, donde el eco se quiebra contra paredes sin terminar, la noche respira despacio. El cemento fresco aún guarda el olor de algo que nunca llegó a completarse, y el aire parece suspendido, atento al mínimo gesto. Nicolai permanece allí, de pie, sin buscar refugio en nada. El cuerpo le tiembla por dentro, no por frío, sino por las heridas abiertas que continúan goteando lentamente, marcando el suelo. El hacha en su mano no tiembla; él sí. Sus ojos hinchados no esconden que ha estado llorando durante horas. No pronuncia el nombre de su hijo. No puede. Solo deja escapar una frase baja, como si hablara directamente a los muertos: “Dios, cesa esta matanza” Y mientras respira hondo, con la mandíbula rígida y la sangre resbalando por su costado, formula una promesa sin necesidad de alzar la voz: Esto acaba aquí. Por él. Por el niño que ya no está. Nicolai avanza despacio, arrastrando un pie detrás del otro. El sonido de sus pasos baja con él por las ra...